Los santos tienen sus especializaciones. Santa Rita es abogada de los imposibles. San Blas es particularmente adecuado para las dolencias de garganta, nariz y oídos. San Antonio ayuda a encontrar novio a las jóvenes casaderas, especialmente a las no tan jóvenes. ¿Ayudará a la duquesa de Alba a encontrar un novio que la lleve al altar? Santa Bárbara protege en las tormentas de rayos y truenos y vela por los mineros. La especialidad de San Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás a mi modo de ver es la rehabilitación de títulos nobiliarios y apellidos de prosapia. En eso incluso ha hecho milagros en vida. Sin tener derecho alguno logró rehabilitarse en el marquesado de Peralta. Y eso —decía —no le ocasionó ningún gasto al Opus Dei. Tengo una prima que desea ser rehabilitada en un título nobiliario. Y lo tiene difícil. Yo le aconsejo:
— Encomiéndate a San Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás.
A San Josemaría le gustaba hablar de títulos nobiliarios. Se solazaba en ese tema. Y le pasaba lo mismo que a mi prima. Deseaba tener un título, pero no para usarlo o para alardear de él.
Y es que Sanjosemaría se dio cuenta de algo de lo que también se dieron cuenta Napoleón Bonaparte, Elizabeth Taylor, Monsegneur Pamplin, el rector de la Universidad de Premburgo y en general cualquier personaje. A saber, que para que a uno lo tomen en serio y le hagan caso, no puede ir vestido con andrajos, presentarse de cualquier facha ante los demás o parecer, por lo que dice o por lo que hace, un mindundi.
Para que a uno le hagan caso es mejor tener chofer, coche como el de un ministro, y avión privado. Y trasmitió ese espíritu a sus hijos e hijas. Los sacerdotes de la Obra, mejor con gemelos en las camisas y cuellos duros. Los demás al mismo tenor. Las casas también en el mismo tono. Todo lo más señorial posible.
— Encomiéndate a San Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás.
A San Josemaría le gustaba hablar de títulos nobiliarios. Se solazaba en ese tema. Y le pasaba lo mismo que a mi prima. Deseaba tener un título, pero no para usarlo o para alardear de él.
Y es que Sanjosemaría se dio cuenta de algo de lo que también se dieron cuenta Napoleón Bonaparte, Elizabeth Taylor, Monsegneur Pamplin, el rector de la Universidad de Premburgo y en general cualquier personaje. A saber, que para que a uno lo tomen en serio y le hagan caso, no puede ir vestido con andrajos, presentarse de cualquier facha ante los demás o parecer, por lo que dice o por lo que hace, un mindundi.
Para que a uno le hagan caso es mejor tener chofer, coche como el de un ministro, y avión privado. Y trasmitió ese espíritu a sus hijos e hijas. Los sacerdotes de la Obra, mejor con gemelos en las camisas y cuellos duros. Los demás al mismo tenor. Las casas también en el mismo tono. Todo lo más señorial posible.
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